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La fórmula funcionó. El primero en anunciarlo fue Evo Morales y no el ganador de las elecciones, Luis Arce, su testaferro político. El MAS (Movimiento Al Socialismo) recuperó la Presidencia -y el poder- un año después de que Bolivia estallará en las calles tras el fraude en las urnas del caudillo indígena. «El Evo», «El jefe», se prepara ahora para volver a su tierra y con él, los prófugos de la justicia que se atrincheraron en Argentina y en otros países (incluida España).
El 52 por ciento adjudicado circunstancialmente a Arce y a David Choquehuanca, aunque el recuento oficial no esté terminado, no pone en discusión su victoria. Ni siquiera lo hizo la presidenta interina, Janine Áñez que pidió «a los ganadores», «gobernar pensando en Bolivia y en la democracia». A Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana), el hombre que pudo ser presidente el año pasado, el sueño de volver al Palacio Quemado (sede del Ejecutivo) se le rompió en las urnas (31,5 por ciento).
La oposición hizo mal las cosas. Tardó en formar un frente común y llegó dividida al no retirarse Luis Fernando Camacho (Creemos), el líder cívico santacruceño. Es lógico pensar que el día después habría sido muy distinto sin «el macho» Camacho en la papeleta. En las próximas horas, días y meses hasta el 2025 que concluya la legislatura, tendrá tiempo de hacer autocrítica y hasta de arrepentirse.
Los tiempos nuevos que se avecinan en Bolivia difícilmente dejaran de parecerse a los viejos. El desafío de Luis Arce, más economista que político, es defender su independencia frente a las presiones que recibirá de Evo Morales. Su situación y la manera de llegar al poder es similar a la de Cristina Fernández, la viuda de Néstor Kirchner que tuvo –a la vista de los resultados- la genialidad de colocar en primera línea de la papeleta a su ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y quedarse ella en la segunda. El primero, oficialmente Presidente, pone la cara mientras ella, a su manera, toma las decisiones de Estado y de gobierno.
Evo Morales no pudo replicar la fórmula kirchnerista al estar proscrito pero el recurso Arce/Choquehuanca le garantiza protección. Ésta, con impunidad, son, como para la vicepresidenta argentina, las palabras mágicas de su supervivencia fuera de prisión. Habrá que ver hasta dónde llega el futuro Gobierno en la resurrección de las instituciones -y del Poder Judicial- que formaban la red genuflexa a Evo Morales, el hombre que se saltó su propio Constitución y un referéndum, con el objetivo de perpetuarse en el poder.
A la presidenta interina, Jeanine Áñez , también le pudo más la ambición de poder que el valor de su palabra de no presentarse a las elecciones. El maldito Covid la puso a prueba y convirtió su buena imagen en un reflejo distorsionado que la identificó con el fracaso. Tuvo que dar marcha atrás con su candidatura de Juntos y tirar la toalla pero el totum revolutum opositor, con Tuto Quiroga (Libre 21), María dela Cruz Bayá (ADN) y Camacho ya estaba enredado en la mente de los bolivianos.
Catorce años de MAS no desaparecen en un puñado de meses. Enfermedad, muerte y pobreza fueron los otros ingredientes, además del desencanto, que llevaron a los votantes a pensar que todo tiempo pasado -aunque reciente- fue mejor.
Se abre un escenario nuevo en Bolivia y éste afectará en la región. La Venezuela de Nicolás Maduro festeja la victoria como propia. Algo parecido sucede en el México de López Obrador y el resto de los países del grupo de Puebla que se inventó Alberto Fernández. Entre tanto, para Chile, Ecuador y Perú, – con elecciones generales en 2021- no es una buena noticia. El temor a un efecto contagio preocupa. En otros países de Sudamérica como Colombia, Paraguay, Brasil y Uruguay entienden el resultado como una voz de alarma. Y eso, con la incógnita de si seguirá Trump o el próximo presidente será Biden.
Fuente: ABC
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