Por: Deyson Padrón
En la víspera de 2021 las condiciones en la tierra de Bolívar son cada vez peores. Al inicio de este nuevo año Venezuela tendrá: dos gobernantes –Nicolás Maduro y Juan Guaidó—; dos Asambleas Nacionales: una presidida por Guaidó (quién ya expresó que se mantendrá en “funciones”) y una de legitimidad cuestionada recién electa el 6 de diciembre pasado; dos cancilleres, uno en Caracas y otro en Bogotá; dos Fiscalías, una en Caracas y otra en Bogotá; dos Tribunales Supremos de Justicia, uno en Caracas y otro en el exilio que a su vez, se encuentra dividido en dos bloques; un coordinador del gobierno de Juan Guaidó en el exterior –el señor Leopoldo López–; y la duplicidad de embajadores tanto del régimen de Maduro como del interinato de Guaidó en diversos países. Adicionalmente, una tercera Asamblea estará vigente –en teoría– hasta el 31 de diciembre. Aún queda la duda de si realmente se disolverá la Constituyente o se preservará para seguir restándole espacio a la AN de Guaidó.
Y todos nos preguntamos siempre: ¿Cómo se sostiene toda esta burocracia en un país en ruinas? ¿De dónde salen los recursos económicos para financiar todo este aparato político, cuando 90 % de los venezolanos gana menos de 4 dólares al mes?
Si bien siempre escuchamos que los líderes de la oposición venezolana no manejan recursos económicos –aún cuando varios activos petroleros venezolano en el exterior pasaron a la administración de Juan Guaidó-, nunca se entiende a ciencia cierta de dónde salen los fondos para giras internacionales, movimientos de un país a otro, pago de hoteles 4 y 5 estrellas, eventos en salones de reuniones en las capitales del mundo, para movilizarse en camionetas de alta gama, para sostener arriendos en los mejores sectores de las ciudades capitales. Y, no es que esto me convierta en madurista o chavista ni mucho menos, antes que comience la mayoría con sus ataques sin razonamiento o argumento a este respecto; todo lo contrario. Como tampoco hago referencias a mal manejo de dineros o fondos, antes que salgan a “exigirme pruebas al respecto”; hago mayor énfasis en un asunto de gestión y priorización de gastos en el manejo de lo público, lo de todos.
Éxodo en aumento
Con este panorama político nacional e internacional se acrecienta el éxodo de venezolanos por cualquier medio posible. Vimos recientemente el trágico suceso de los balseros de Güiria, así como los imparables cruces por frontera terrestre a diario de miles de migrantes, convirtiéndolos en presa de traficantes de migrantes, explotadores sexuales o grupos armados irregulares a lo largo de estos extensos territorios.
Según datos de organismos multilaterales y ONG internacionales, se estima que cerca de 5 millones de venezolanos han abandonado su país para 2020 con una proyección escandalosa para el año 2021 de 8 millones de migrantes. Destaco que en las cifras no se contabiliza a portugueses, españoles, brasileños, libaneses, peruanos que han regresado a sus países de origen o han migrado a otros países usando su nacionalidad originaria y no la venezolana.
Hablar de los problemas que aquejan a Venezuela y sus ciudadanos es llover sobre mojado: quiebre de la economía nacional, estanflación e hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, inseguridad incontrolable, inexistencia de gasolina, inoperancia de servicios públicos, hospitales en ruinas, entre miles más. La mayoría de los venezolanos están exhaustos, hambrientos, con gravísimos problemas de mal nutrición y enfermos. Esperanzados en una milagrosa intervención militar extranjera –al estilo Noriega en Panamá— que pueda acabar con la dictadura de Maduro y sus secuaces o, en su defecto, continuar esperando que un mesías llegue a salvarlos, tal como sucedió con Hugo Chávez a finales de la década de los 90.
El lado oscuro de la migración
En el área migratoria resulta grosero como tantos “representantes y líderes” de la migración venezolana en el exterior se dedican, en su mayoría, a vivir de las subvenciones de organismos multilaterales, a realizar declaraciones sin sentido y fuera de lugar e incapaces de gestionar o realizar acciones puntuales en favor de los realmente desplazados que se encuentran en condiciones cada vez más deplorables. Como el enorme asentamiento ilegal en la Alta Guajira Colombiana donde más de 5000 familias venezolanas sortean a diario sus penurias con temperaturas que rondan los 40 grados centígrados o los miles de caminantes que atraviesan las carreteras de la cordillera andina bajo las inclemencias climáticas desde Cúcuta hasta el Perú.
Y no es que sea una obligación de estos líderes hacer algo, en absoluto. Pero resulta absurdo que aquellos que por voluntad propia dicen ser líderes y expresan dedicarse al trabajo humanitario lo usen como un vehículo para sus propios fines en el ánimo de asegurarse un puesto en un ente internacional y que, cuando se les requiera, se sientan ofendidos por ello. Porque si bien nadie es responsable por el bienestar del otro, los políticos se deben a sus representados.
Recuerdo por ejemplo el sonado y lamentable caso del “Cúcutazo” denunciado por el entonces embajador Calderón Berti, donde presuntamente estarían involucrados algunos personajes del ámbito político opositor venezolano. Denuncia que, según entiendo, sigue en curso por parte de las autoridades.
Luces de esperanza
Pero también es importante resaltar los buenos ejemplos, como el caso del Comedor Humanitario dirigido por la Sra. Alba Pereira en Bucaramanga, que sirve más de 600 almuerzos al día para los caminantes venezolanos. O líderes como Gisela Sánchez, de la fundación Manitas Amarilla, en Cúcuta, que atiende con agua potable, ropa y zapatos a los cientos que cruzan por la llamada «ruta de los caminantes» a diario. Así como ella, cientos de líderes civiles y organizaciones sociales están en la primera línea de atención a estos migrantes.
Esto debe llamarnos a la reflexión ya que no se trata solo de cambiar al régimen opresor. Es cambiar o, más bien, mejorar la política venezolana como el arte de lo posible; con personas capaces, probas, honestas y diligentes para lo que se eligen. Vencer los viejos vicios y los dinosaurios de la política tradicional, que parecen ser también dogma de vida para los nuevos líderes políticos. En síntesis, no se rompió con la entrada del chavismo sino que se acrecentó.
Considero firmemente que la migración también ha servido para que surjan nuevos y mejores liderazgos dentro de la diáspora, rostros frescos llamados a ser esa generación de relevo que tanto necesita Venezuela. Eso sí, siempre de la mano de experimentados y sabios conocedores del arte de la política.
Impacto en países de acogida
Manifiesto mi enorme reconocimiento y admiración a los cientos de líderes y coordinadores de organizaciones sociales civiles que, a través de este tiempo y de manera voluntaria, han respondido a las enormes necesidades que padecen los migrantes, disminuyendo el impacto que pudieran llegar a generar a los países de acogida. Estos verdaderos líderes han demostrado con amor altruista y desinteresado que la sinergia y ecosistema de trabajo horizontal funciona y genera resultados positivos.
Han construido una ruta de respuesta que a lo largo de los años se ha fortalecido y que está justo cuando, donde y a quien lo requiera a lo largo de los países con mayor presencia de migrantes.
Mi reconocimiento en Colombia a sus autoridades nacionales, al señor presidente, sus ministros, gobernadores y alcaldes; gremios y sociedad civil que reciben y comparten, aún lo que no tienen, para apoyar a estos ciudadanos que ya dejaron de ser migrantes y se han convertido en nuevos ciudadanos de sus territorios. Que han creado nuevas y mejores políticas públicas, no solo de asistencia humanitaria sino también de acceso a derechos y oportunidades.
A los organismos de cooperación técnica internacional y asistencial, quienes han dispuesto de enormes esfuerzos económicos, técnicos y humanos para apoyar a estos países receptores ante el reto que representa esta migración.
El éxodo no se detiene
Seguro estoy de que el año 2021 seguirá representando un enorme reto ante el panorama de la persistencia de las graves condiciones que padece Venezuela, dando lugar a un aumento de la migración dentro del continente y, especialmente en Colombia como país de mayor recepción. Sin embargo, entramos fortalecidos con mayores conocimientos sobre el fenómeno, experiencia, voluntades y amor altruista por el otro, elementos que conjugados sin egoísmos y de manera sincera crean, quizás no la mejor pero sí la fórmula más aterrizada para el manejo de esta situación.
Por mi parte y desde mi pequeño espacio de acción, el llamado siempre será el mismo: trabajar en equipo, dejar de lado los egos, atención organizada y puntual así como no diluir esfuerzos para atender el fenómeno de la migración.
Deyson Padrón es politólogo, MSc en Relaciones Internacionales y Gerencia Internacional, especialista en Migraciones Mixtas.
Fuente: PanAmPost